viernes, 31 de agosto de 2012

Solo En El Reflejo por C. Rafael. R. M. (Narrador)


“Solo En El Reflejo”

 Por C. Rafael. R. M. (Narrador)


Mirando el celeste, los orbes; mientras las perlas caen frías sobre los muros, y el pavimento se engalana con el resplandor de las estrellas… pienso en ti. En tu recuerdo.

Solo, caminando entre los errantes. Gente que no conozco, enemigos de mi memoria. Y no sé por qué, solo sé que el metálico escozor de la noche opaca se filtra por mis poros hasta los huesos, y entonces, necesito tu cuerpo, tus abrazos, tu olor y presencia.
Te necesito a ti.

  Paseando por entre los versos de la brisa de otoño, recorro tu recuerdo, como solo un amante puede hacerlo, con el deseo a flor de piel, con los ojos del alma.
Y las danzas de la lluvia y el viento, el estruendo del rayo y el temblar de mi cuerpo; todas juntas, improvisando, como una orquesta, el réquiem de la soledad bohemia. Aquella que me arrebata los más carnales deseos de la boca, cuando hambriento acudo a tu recuerdo. Tersas poesías que se entraman en los ecos de la memoria, que nunca es fiel, y que siempre engalana los recuerdos más tristes, de forma que jamás podremos recordar en certeza plena, lo que fue de nosotros…

Nosotros.

Las sombras de la percusión, me ahuyentan el sueño; exaltan mi cariño, y cobijan mi alama en un cómodo sueño del que es difícil despertar. ¿Y quién soy yo para clamarte? ¿Y quién te crees para responderme? La lluvia escupiendo el rocío, congela mis mejillas; ahora rojas por la pasión, ahora pálidas de miedo… amable rocío, cándida pasión, dolorosos encuentros, que terminan por corromper mis labios, donde depositas tus esperanzas y donde muere mi valor.
Secos.

Entre las notas tristes y aceleradas de la tromba, entre las risas de mis demonios, entre los besos de mis musas y efebos, me retuerzo en espasmos mortales, donde la soledad es la única culpable, porque les amo, porque te amo. Culpable de todos los cargos, sobrio hasta el punto en que es sínico pensar en ello, me encuentro desnudo en un lugar incomodo. 
Solo. De nuevo.

Y sin quererlo, la lluvia; tan tonta como es, se volvió en cómplice y verdugo de la histeria, que se encierra en mi alma. Como la bestia que es, que día a día devora la virginidad que me queda, a expensas de la que consumo en tu recuerdo, como una vela que se agota al fervor de la flama, como el poeta que se queda sin ideas, como el grito que jamás regresa. Solos los dos, en un camino al compás de la lluvia.

Yo voy de la mano de la tempestad, de la lluvia helada y tú, vas de la mano de un recuerdo donde el perdón nunca existió.

Y en la calle, con nadie de compañía; develo las rarezas de mi mente; que como siempre, como un rio que corre fuerte, regresan a tu memoria. Tu feliz menoría, tu melancólica presencia.

La brisa que trae a cuestas el cuerpo seco de quien solía ser, permanece constante en mi camino, en el sendero de mi cruz. Huele a muerto y no lo puedo aceptar. Como una broma de mal gusto, solo recurro a mi reflejo, donde las estrellas me hacen compañía, solo en el reflejo.
Solo en el reflejo.


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